El trío de autores formado por Diego Accorsi, Julio Neveleff y Leandro Paolini Somers bucea en la vida de unos de los historietistas más populares y prolíficos: Robin Wood y su asombroso talento.
Por Paola Galano
Semejante usina creativa no podía menos que atesorar una vida de cuento. Robin Wood, el guionista de historietas como Nippur de Lagash, Dago, Savarese, Pepe Sánchez y tantas otras, verdadera leyenda del género, atraviesa el otro lado de la trama y se convierte ahora en el protagonista de un libro de colección, al que no le falta nada.
En su biografía autorizada (Robin Wood, Una vida de aventuas), editada por El Ateneo, Diego Accorsi, Julio Neveleff y Leandro Paolini Somers proponen un viaje hacia los antepasados del escritor para entender por qué nació en la selva paraguaya, y por qué es el receptor de una larga tradición irlandesa de “contador de historias”.
Y aparecen los viajes de sus ancestros escoceses a Oceanía, “para trabajar la tierra que en su propio país” no tenían. La historia avanza hacia el siglo XX, guerras mundiales mediante, y sigue con la llegada de Robin en 1944 y con esa vida de niño desvalido, maltratado físicamente y casi abandonado, que encuentra en los libros el fuego que enciende su imaginación infinita. Azar, magia y un don descomunal atraviesan las páginas.
Colonia Cosme, el experimento socialista en la profundidad del Paraguay, Asunción, el Paraná y Buenos Aires y el mundo son los escenarios de esta vida, que el trío de autores cuenta bajo un diseño que emula al de Columba, la editorial de sus famosas historietas: fotos, paratextos, imágenes de archivo, viñetas y la voz del mismo Wood en primera persona nutren el volumen, que llevó más de tres años de trabajo.
También incluye un apéndice con sus primeras doscientas historietas, un guion y una anécdota de una fanática de Wood durante la última dictadura militar.
“Robin Wood pertenece a esa categoría de autores cuya arrolladora creatividad encontró el género adecuado para desarrollarse abundantemente. Lo que para muchos resulta un misterio, para él es un dejar correr las ideas, personajes, situaciones y palabras”, resumió Neveleff el don de Wood, quien escribió más de nueve mil guiones y dio vida a cerca de noventa personajes.
Hoy retirado (padece un mal neurológico irreversible), Wood llegó a valorar las casi trecientas páginas del libro, cuya culminación supone para Neveleff “una gratificación inesperada”. Admirador de sus historias, el marplatense agradeció la confianza para poder biografiarlo. “Que haya leído y valorado el trabajo antes de enfermar me hace sentir que pude devolverle algo de los muchos momentos felices que pasé con sus historietas”, dijo.
- “Para mi la vida siempre tuvo esa cosa, no sé si es muy irlandesa o qué, de no dramatizar. Incluso en la miseria de mi adolescencia. He tenido amarguras, pero siempre me duran poco. Sí, he estado deprimido por falta de dinero, falta de donde dormir o qué comer, cosas prácticas. Pero deprimirme por quién soy, adónde voy, jamás me pasó. Sigo enamorado de la vida, en todos sus pequeños y grandes aspectos” (Robin Wood)
Desde 1770…
“Somos el resultado de un árbol genealógico que nos marca. Wood es el digno heredero de tradiciones ancestrales y de ricas culturas que llegan a expresarse a través de sus historietas”, indicó Neveleff, en una entrevista con LA CAPITAL, sobre por qué el libro se retrotrae a 1770 para desandar la epopeya de los Wood.
Actual director de Cultura, Neveleff conoció a Wood en 2012, cuando lo invitó a un ciclo de charlas que organizaba en Mar del Plata. “Grabé a lo largo de una semana veinticinco horas de conversaciones con él. Ante la riqueza de la información, nació mi idea de escribir su biografía”, contó.
A los otros autores (Paolini Somers vive en Necochea y Accorsi en la Ciudad de Buenos Aires) los conoció ese año en una muestra en el Museo del Humor. “Ellos estaban bastante avanzados trabajando sobre la misma iniciativa desde un tiempo atrás y encontramos muchas coincidencias”, relató. Entonces, aunaron esfuerzos.
-¿Costó convencer a Robin para que accediera a hacer este libro?
-En absoluto. Cuando le presentamos la idea, fue el propio Robin quien nos estimuló a que lo hiciéramos. Nunca priorizó su vida por sobre su producción literaria, consciente, además, de la dificultad de la tarea por la infinidad de viajes, lugares que recorrió. A pesar de ello, nos dio vía libre y absoluta libertad de trabajo. Y quedó conforme con el resultado. Es importante destacar que no calló nada ni evadió tema alguno, desde lo malo hasta lo bueno, lo público y lo privado, la política y las mujeres. Contar con semejante apoyo de su parte nos permitió abordar el libro con toda la sinceridad que los lectores esperan y merecen.
-Maltratado cuando era niño, abandonado por su madre, no reconocido por su padre, obrero a los 13 años en el Paraná, vivió en la calle, ¿considerás que la suya es una historia de resiliencia?
-Sin lugar a dudas. Criado en la jungla, trabajando de hachero hasta empleado de fábrica, con intereses e inquietudes ajenas a su entorno, viviendo entre Buenos Aires y Paraguay y muchas veces sin un centavo… Pasar de allí al éxito como guionista de historietas en la mayor editorial de Latinoamérica, recorrer el mundo y ser uno de los más prolíficos escritores del género en lengua castellana da cuenta de su capacidad para sobreponerse de las dificultades. No solamente es un lector voraz, con una memoria excelente y un agudo poder de observación, sino que absorbió todo aquello que le contaron su abuela, sus parientes, la comunidad paraguaya, los argentinos y gentes de tantos lugares del mundo en donde vivió. De ahí en más, toda su obra se nutre de una cultura poco menos que autodidacta, pero con una fuerte raíz en las vivencias que le relataron.
-El azar, la magia parecen guiar a Robin, ¿lo notaste? El encuentro con el dibujante Lucho Olivera, quien fue la puerta a las historietas, es una prueba de eso.
-Creo que no existe la casualidad, sino la causalidad. Hay una vibración que nos lleva a cruzarnos con la persona justa en el momento adecuado, llamémoslo azar, magia o destino. Nuestras vidas, y las de los artistas especialmente, están llenas de este tipo de situaciones. Robin y Lucho constituyeron un equipo de lujo. Pero también su relación con el resto de los notables dibujantes que lo ilustraron a lo largo de su carrera nos ha dejado episodios artísticamente memorables.
-En el libro hay una mención a Héctor Oesterheld, ¿por qué no lo quería a Robin, cuando éste se deshace en elogios por él?
-En el libro desarrollamos este tema a través de sus propias palabras. Solo se cruzaron una vez. El encuentro con quien él califica como “el gran escritor de historietas de la Argentina” fue fugaz y muy frío por parte de Oesterheld, que en ese momento estaba trabajando, considero que por necesidad y a disgusto por su filiación política, en la editorial Columba. Allí, Robin era la estrella y, para colmo, estaba viviendo en Europa. Con estos antecedentes, en ese período de nuestra historia violento y altamente politizado, previo a la dictadura del 76, era muy difícil que pudieran congeniar.
-De todos los personajes creados, ¿cuál te parece el más extraordinario?
-Es muy difícil dar una valoración justa, porque sobre el lector influyen aquellos temas con los cuales se siente identificado y hacen que toda opinión sea relativa. Por otra parte, los personajes creados por Robin son tan variados que se adecuan a todos los gustos. Particularmente, considero que Nippur de Lagash y Dago, tal vez los dos más exitosos, resumen y demuestran su talento.
-Es un libro escrito por tres autores, ¿cómo distribuyeron el trabajo?
-Diego vive en Buenos Aires, Leandro en Necochea y yo en Mar del Plata, lo que implica que no podíamos juntarnos presencialmente. Ellos habían comenzado antes que yo con su biografía de Robin, tenían un trabajo muy bien esquematizado, sobre todo en lo referente a la cronología de los hechos y un archivo muy rico. Intercambiando opiniones y analizando los reportajes y artículos referidos a nuestro biografiado, todo el trabajo se fue distribuyendo y circulando, capítulo tras capítulo, entre los tres. Indistintamente uno escribía, los otros agregaban y los tres corregíamos. Fueron tres años de mucho trabajo a seis manos, cotejando y puliendo el material a medida que lo desarrollábamos. Finalizada la escritura, vino el clásico período de encontrar la editorial que decidiera publicarlo, lo cual sabemos que en nuestro país es toda una epopeya.
-La biografía funciona como un archivo de fotos y de frases de Robin, ¿entraron a su archivo personal?
-Todo el material fotográfico personal nos lo acercaron Robin y Graciela, sumado a lo que teníamos nosotros. Por lo demás, damos una importante lista de fuentes consultadas de nuestros archivos. Sumamos declaraciones periodísticas en diferentes medios, grabaciones y charlas con él, buscando siempre las más atractivas o, sin desvirtuarlas, combinándolas para que el texto fuera dinámico para su lectura. En la primera parte del libro hablamos en tercera persona de su infancia y los años juveniles hasta su primera publicación. Para la segunda parte, pasamos a redactar en primera persona, para que fuera la voz de Robin la que nos guiara a través del mundo, su carrera y su vida.
-El diseño también es clave en la publicación, ¿cómo lo pensaron?
-En este aspecto, el mérito principal corresponde al equipo de Editorial El Ateneo, quienes cumplieron con los tiempos pautados y trabajaron con gran dedicación. Pudimos mantener un diálogo muy fructífero, en el cual aceptaron nuestras sugerencias y, por nuestro lado, comprendimos sus propuestas. Cuando nos enviaron las pruebas prepublicación, no salíamos de nuestra sorpresa por las características del libro: 288 páginas a todo color, con un acertadísimo “estilo Columba”. Así, texto y diseño se amalgamaron para llevar al lector a revivir el espíritu de una época de gloria de la historieta argentina. Y a compartir la vida aventurera de un guionista.